Una ola de tierra rojiza es elevada por el viento, choca con los árboles. Un mar de polvo rojo cuyas olas van y vienen. El mar escarlata inunda la vieja estación de ferrocarril, baña las máquinas abandonadas, inservibles, moja los recuerdos de tiempos mejores, se va detrás de un niño que trepa un caballo a todo galope. Un huracán de polvo rojo invade las miradas de los viejos, los únicos que se resisten a dejar el pueblo, los que lo salvan de convertirse en pueblo fantasma, los que evitan que el mar del desierto lo ahogue para siempre.
Paredón, Coahuila
Texto publicado en 'Plaza Ludens' en enero de 2009.
La foto es de Gerardo Ávila.
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