Gioconda Belli
Era el mismo aniversario de esa vieja estación de radio. Era el mismo septiembre, la misma lluvia que recordamos tantas veces, incluso a destiempo.
Eran las mismas calles húmedas que cruzamos saltando después de un café. Era esa casa a la que siempre volvimos; la misma chamarra beige bajo la cual nos abrigamos, mientras la lluvia y la luz nos mojaban la cara.
Entonces éramos tú y yo y empezábamos a ser nosotros. Ya estábamos enamorados, ya sentíamos vibrar en la sangre ese amor desenfrenado que luego nos haría pedazos, a ti y a mi y, sobre todo, al nosotros que nunca entendimos.
Entonces nos mirábamos con toda la inocencia que se puede tener a los 18 años. Éramos estudiantes y tú me enseñabas a mirarte hasta por debajo de la lluvia.
Entonces era sábado y un taxi nos llevó a nuestro destino: hacer una promesa que no supimos cumplir.
Entonces tú eras la promesa, yo la esperanza. Yo estaba subida a un escalón y te abrazaba cuando dijiste las palabras que nos llevaron a la tumba, que nos obligaron a caminar tantas veces por esas calles, errantes, arrastrado un amor que no entendimos, que nos rebasó y nos empujó al abismo.
Entonces era septiembre y llovía, como hoy.