domingo, octubre 12, 2008

Detrás de la puerta

Recuerdas, abuelo, cuando me esperabas afuera de esa puerta roja, en el 317. Yo tenía cuatro años, corría apresurada desde la esquina y te veía ahí, detrás de ese barandal escarlata, sentado en tu vieja silla de madera. Yo te enseñaba mi muñeca favorita, repetía muchas veces su nombre y tú sonreías. Yo, en un reflejo extraño, siempre que veía tus pies descubría una nueva herida. Me explicabas que te habías cortado con una rama, mientras labrabas la tierra. Corría aterrorizada, buscaba gasas y alcohol, te curaba torpemente porque no soportaba verte herido. Tú te limitabas a mirarme, no hablabas, volvías a sonreír. Yo me esmeraba en dejarte limpios esos dedos ásperos que se asomaban por los huaraches que tú mismo hacías. Luego volvía a tu regazo, tomaba mi muñeca y te preguntaba cosas que no sabías responder. Al fondo de la casa una voz venía de tu vieja radio y oíamos sin escuchar, "qué era eso de morir, por qué decían que una familia murió en un accidente", tú decías que era porque se habían ido a un lugar y que no iban a regresar. Yo no entendía nada, abuelo, y seguía peinando mi muñeca y te repetía otra vez su nombre. Cómo iba a saber yo que, años más tarde, tú me enseñarías lo que era la muerte, ese día de noviembre en que todos lloraban detrás del barandal rojo. Llegué corriendo, como siempre, y no estabas más en tu silla de madera. Ahora estabas acostado en una caja extraña. Te miraba y parecía que sonreías, pero tú ya no me mirabas más. Ese día te fuiste, abuelo, y ya no ibas a regresar. A veces vuelvo a esa casa, pero la puerta ahora está cerrada, ya no estás más detrás de ese barandal y a mi todavía me parece escuchar la radio al final del pasillo y tu paso lento y pausado y el sonido de tu bastón, pero son sólo ecos, abuelo, y alguien ha pintado un número en la pared "129 50 01" y un día de estos ya no podré volver, abuelo. Porque el día en que moriste no pude curar tus heridas, estabas intacto, la herida esta vez era interna, yo no podía curarla. Por qué te fuiste, abuelo, y dejas que esta casa se vaya contigo, al lugar ese, del que no van a volver...


(un texto del año pasado para a un libro de Puertas de Monclova que quien sabe dónde quedó)

3 Comments:

Anónimo said...

Precioso y sentimental texto, intenso, hondo y reconocible, ay, por muchos de nosotros, estoy seguro.

Llegará un día en que nuestros recuerdos serán nuestra única riqueza. Y lo que no se convierte en recuerdo no fue sencillamente.

Un abrazo.

εїз ℓσяє εїз said...

iNCREIBLE COMO UNA PUERTA ENCIERRA TANTAS HISTORIAS.... ME ENCANTÒ...
SALUDOS CYN, QUE ANDES VIEN...

Miguel García said...

Lamento lo de tu abuelo (si se trata del tuyo). Es un texto muy tierno.