sábado, octubre 25, 2008

Mudanza I

He decidido mudar también de corazón y acampar de forma indefinida sólo en el mío. No se puede vivir así, no se le puede escribir sólo al viento, a alguien que mete las palabras en una botella y las lanza al mar.

Es difícil --siempre lo ha sido-- terminar de escribir la carta que siempre quise empezar. No se puede vivir de añoranza y de recuerdos, no se puede imaginar en lugar de vivir.
Es hora de reencontrarme con mi desierto y dejar de soñar con el mar.

lunes, octubre 20, 2008

'Algún día...'

Hoy. Un día extraño. Con muchas certezas, pero también muchas dudas. Una nueva yo a la que a veces se le aparecen los mismos fantasmas, de muchos se despide, pero a otros los deja permanecer. Un día extraño hoy. Me robé este fragmento de poema del blog de la srita. Melancolía (es de Gioconda Belli) y lo pongo aquí porque me dieron ganas de gritar que "algún día mis ojos encenderán luciérnagas":


Si.
Es verdad que a ratos estoy triste
y salgo a los caminos,
suelta como mi pelo,
y lloro por las cosas más dulces y más tiernas
y atesoro recuerdos
brotando entre mis huesos
y soy una infinita espiral que se retuerce
entre lunas y soles,
avanzando en los días,
desenrollando el tiempo
con miedo o desparpajo,
desenvainando estrellas
para subir más alto, más arriba,
dándole caza al aire,
gozándome en el ser que me sustenta,
en la eterna marea de flujos y reflujos
que mueve el universo
y que impulsa los giros redondos de la tierra.

Soy la mujer que piensa.
Algún día
mis ojos
encenderán luciérnagas.

domingo, octubre 12, 2008

Detrás de la puerta

Recuerdas, abuelo, cuando me esperabas afuera de esa puerta roja, en el 317. Yo tenía cuatro años, corría apresurada desde la esquina y te veía ahí, detrás de ese barandal escarlata, sentado en tu vieja silla de madera. Yo te enseñaba mi muñeca favorita, repetía muchas veces su nombre y tú sonreías. Yo, en un reflejo extraño, siempre que veía tus pies descubría una nueva herida. Me explicabas que te habías cortado con una rama, mientras labrabas la tierra. Corría aterrorizada, buscaba gasas y alcohol, te curaba torpemente porque no soportaba verte herido. Tú te limitabas a mirarme, no hablabas, volvías a sonreír. Yo me esmeraba en dejarte limpios esos dedos ásperos que se asomaban por los huaraches que tú mismo hacías. Luego volvía a tu regazo, tomaba mi muñeca y te preguntaba cosas que no sabías responder. Al fondo de la casa una voz venía de tu vieja radio y oíamos sin escuchar, "qué era eso de morir, por qué decían que una familia murió en un accidente", tú decías que era porque se habían ido a un lugar y que no iban a regresar. Yo no entendía nada, abuelo, y seguía peinando mi muñeca y te repetía otra vez su nombre. Cómo iba a saber yo que, años más tarde, tú me enseñarías lo que era la muerte, ese día de noviembre en que todos lloraban detrás del barandal rojo. Llegué corriendo, como siempre, y no estabas más en tu silla de madera. Ahora estabas acostado en una caja extraña. Te miraba y parecía que sonreías, pero tú ya no me mirabas más. Ese día te fuiste, abuelo, y ya no ibas a regresar. A veces vuelvo a esa casa, pero la puerta ahora está cerrada, ya no estás más detrás de ese barandal y a mi todavía me parece escuchar la radio al final del pasillo y tu paso lento y pausado y el sonido de tu bastón, pero son sólo ecos, abuelo, y alguien ha pintado un número en la pared "129 50 01" y un día de estos ya no podré volver, abuelo. Porque el día en que moriste no pude curar tus heridas, estabas intacto, la herida esta vez era interna, yo no podía curarla. Por qué te fuiste, abuelo, y dejas que esta casa se vaya contigo, al lugar ese, del que no van a volver...


(un texto del año pasado para a un libro de Puertas de Monclova que quien sabe dónde quedó)

viernes, octubre 10, 2008

Túneles en Día siete

Muy contenta, entre otras cosas, por esto:





Gracias a todos los que contribuyeron para que sucediera y a los que me mandaron mensajitos porque saben lo importante que es para mi.
Esperen más noticias pronto…

Pd. Pueden checar el texto completo en
www.diasiete.com.

jueves, octubre 09, 2008

Apuntes

Reconocí alrededor de sus ojos las marcas de su infinita tristeza…