sábado, agosto 26, 2006

Instantes

“Para su plenitud este instante
no quiere más que ser
y pasar.”
Rosario Castellanos
26 de agosto de 2006
Debo confesarlo, pese al enorme interés que tenía por el evento, estaba asustada, era demasiado bello para ser verdad: Vila-Matas, Tabucchi, Pitol, Villoro y Monsiváis en una misma mesa podrían provocar una luz cegadora. Así que para asimilarlo decidí llegar a tomarme un café a mi ya favorito “Café Cali“, del Callejón del Diamante (no, no me pagan la publicidad, lo hago por amor al arte).
Sentada en una de las mesas al aire libre (llovía) intentaba leer “La cabeza perdida de Damasceno Monteiro” de Antonio Tabucchi, me detenía en cada línea a pensar en cómo era posible estar leyendo en lugar de irme inmediatamente a hacer fila para ser la primera en entrar, sin embargo, me lo tomaba con calma, disfrutando el momento a plenitud.
Al fin me decidí a pagar la cuenta y pregunté cómo podía llegar al Teatro del Estado (la idea en un principio era ir hasta allá caminando, pero la lluvia era cada vez más recia) y viajé por primera vez en el transporte urbano de Xalapa (los precios son iguales que en Saltillo, pero las condiciones de los autobuses los superan por mucho). Las avenidas por las que anduve están bordeadas por unos árboles gigantes que en esa tarde lucían hermosos, salpicados de lluvia.
El teatro estaba repleto (en parte porque muchos estudiantes habían sido obligados a ir) pero pude encontrar un lugar solitario con muy buena vista. Saqué mis instrumentos de trabajo (grabadora, libreta y pluma) y estaba dispuesta a no ser interrumpida, pero siempre hay pequeños detalles: una niña sentada a mi lado salió como diez veces de su asiento, grupos de estudiantes gritaban y chiflaban a sus compañeros sentados en las últimas filas… pero cuando entró el maestro Sergio Pitol se hizo un silencio sorprendente. Una lluvia de aplausos le cayó encima, mientras él sólo se limitaba a sonreír y a callarlos haciendo un movimiento de subir y bajar los brazos extendidos.
Reconocí a Vila-Matas enseguida (yo insisto que tiene finta de argentino), reconocí su mirada un tanto cínica y la expresión en su rostro de estar siempre planeando algo, actitud muy evidente también en sus textos. Pitol presidía la mesa, a su derecha había un silla vacío y después estaba Margo Glandz y la maestra de Ceremonia; a su izquierda Vila-Matas, la directora del Instituto Veracruzano de Cultura y un autor desconocido para mí.
Todos nos hicimos las misma preguntas ¿Y Tabucchi? ¿Y Monsiváis? ¿Y Villoro?
Margo Glantz fue la primera en hablar, yo la había escuchado un día antes en el homenaje que hizo la Universidad Veracruzana al maestro y me parecía que el discurso era muy parecido, así que mi vista se concentró en mirar a Vila-Matas y en imaginar que a los otros autores se les había hecho tarde y que por eso no llegaban. Eso pasó con Villoro, pero no con los demás, quien llegó un tanto desconcentrado, pero esperó a que Glantz terminara su discurso para ocupar su lugar en la mesa.
Era el turno de Villoro, quien luego de contarnos del motivo de la reunión, inició su discurso con la seguridad que le caracteriza. Villoro esa una de esas personas que se imponen, de esas que uno no sabe cómo mirar, de los que no debes perder de vista ni un solo instante porque aprendes hasta de su forma de caminar. Yo lo vi por primera vez hace casi un año, en la feria del libro de Monterrey, presentaba un libro de Enrique Florescano y habló sobre Quetzalcóatl y el espejo humeante; lo hizo de una manera tal que no he podido (ni podré) deshacerme de ese personaje por el resto de mi vida.
Tocaba el turno a la directora del IVEC, quien leería el texto que mandó Tabucchi, “él no pudo tomar el avión, dijo, por cuestiones de salud“. Mi desilusión se hizo presente inmediatamente, “la vida no vale nada, tanto esperar, para nada”, me dije. Ni siquiera escuché el discurso (pero lo tengo grabado), tampoco el de Monsiváis que leyó un escritor local que no precisó las razones de la ausencia.
Sólo tenía una esperanza: Vila-Matas era el único que podía salvar el evento, y lo hizo maravillosamente. Él, a diferencia de los demás, no llevaba un discurso preparado, sólo el prólogo que había hecho para uno de los libros de Pitol. Entre comentarios sincerados y lecturas, rompió la solemnidad del evento y mató de risa a todo el auditorio, es simplemente maravilloso, no podría explicarlo pero prometo transcribirles algunos de sus “comentarios”.
Desafortunadamente el maestro Pitol no pudo hablar mucho, sólo agradeció a los asistentes y a sus amigos, argumentando que se sentía mal de la garganta (después me enteré, desconozco la veracidad, de que padece algo así como una tartamudez) a mi realmente me impresionó porque lo vi un día antes en perfecto estado, por esa y no otra razón decidí no ir a la inauguración de la feria del libro, donde estaría presentado unas revistas. Prefiero quedarme con la primera imagen del maestro.
Cuando terminó el evento, estaba tan maravillada que decidí regresar caminando a casa. Las calles estaban húmedas y había oscurecido. Era uno de esos momentos en que en lugar de caminar parece que vuelas…
Hoy voy a ir a la Feria del Libro. Villoro va a presentar su libro y él, Vila-Matas y Pitol van a “dar autógrafos” (jajaja). Yo creo que hoy no compraré nada de ellos, pero mínimo voy a verlos de lejitos.
Muchas gracias por sus comentarios, son unas verdaderas muestras de cariño.
¡Un abrazo!

6 Comments:

Anónimo said...

Pues buenos dias, morennita.
Espero poder hablar hoy con usted y comentarle -personalmente- mis opiniones y saludos y etcEteras.
Un beso, como quiera, y muchos besos mAs.

miquel

Anónimo said...

muy bien gorda!!!
así me gusta, siempre superándote...
estoy triste :( aarón me dejó pero nimodo, me da gusto que estés bien
besos
te quiero mucho
sinceramente "la bruja"

Anónimo said...

Qué envidia poder estar viviendo todo lo que aquí platicas. Me gusta cómo platicas tu vida, tu rutina. Síguele echando ganas.

Saludos

rovel

Anónimo said...

Previamente en Esposas desesperadas...
Susan se mojó en la lluvia mientras leía un libro...
Gabrielle terminó haciendo corajes porque sus autores favoritos no llegaban...
Lynette se desesperó por la niña de diez años que se sienta al lado suyo... y Bree... bueno, ya conocen a Bree: hizo lo que nadie creía posible. Abrió su propio blog.

Anónimo said...

No había tenido oportunidad de checar esto, estoy muy contenta de poder ver todo lo que haces y me siento muy orgullosa de ti, y la verdad no es para menos tu siempre has sido una persona espectacular, con muchisimos sueños y mejor aún que cumples todo lo que te propones. Sigue así y estoy segura que vas a ser trascendental en tu vida y en la vida de muchas personas. TQM cuidate, y sigue trabajando mucho.

Perla

isaac said...

no cabe duda que mi ignorancia es grande...

y como alguien alguna vez dijo...

"daría todo lo que sé por la mitad de lo que no sé"

:D