lunes, marzo 26, 2007

Mis recuerdos son vagabundos (i)

Después de un día entero entre proyectos, planeaciones, literatura testimonial, historia oral, periodismo, salgo --casi huyendo-- a caminar un rato por mi pueblo. Para hacer más tiempo paso a la tienda, compro un refresco, doy vuelta a la plaza --casi oscurece: es el momento ideal para caminar-- no puedo pasar un día aquí sin comprar un elote (los mejores en todo el país), así que me desvío un poco.

Justo cuando me dirigía a casa, un chico en una camioneta roja se detiene al lado mío y me grita “¡Cyntia!” y yo con cara de confusión, pena y recorriendo mis recuerdos a mil por hora le contesto “Hola”. Él pone una enormísima sonrisa mientras yo sigo recorriendo nombres, rostros, salones de escuelas, hasta que él dice “¿No te acuerdas de mí, verdad?”, y yo con la mirada saltando de un punto a otro respondo “No”, “Soy Luis Enrique”, me dice, “¡ah, claro! ¿Cómo estás? Ya ni te pareces”, él se apresura a decir “te vi hace rato pero no te quise saludar porque pensé que no me recordarías” --como evidentemente sucedió-- “es que no te pareces nadita” (una camioneta pitando atrás, estamos deteniendo el tráfico), “bueno, a ver si luego platicamos”, me dice y arranca

Claro, mis recuerdos de vagabundos que son se congregaron inmediatamente en el presente:

Desde siempre (y esto lo repito cada vez que con insistencia alguien me dice “preséntame a una amiga”) se me ha facilitado tener más amigos hombres que mujeres.

Cuando era niña tuve grandes amigos: J, hijo de amigos de mis papás y compañero de juegos desde que tengo memoria. Recuerdo que me encantaba ir a su casa porque su papá tenía una colección hermosa de hojas de árboles, me quedaba horas mirándolas, eran de todos tamaños, formas y colores, bellísimas todas. Casi aprendimos a leer juntos y nos pasábamos horas mirando una enciclopedia con todas las cosas que un niño debía saber.

Tenemos muchísimas anécdotas chistosas y un montón de fotos juntos (ya saben, era mi pareja en los bailables y esas cosas). Está ligado a mis primeros recuerdos y hasta mi abuela todavía de vez en cuando me dice “¿Te acuerdas cuando me decías que J era tu novio?”.

De pronto nos perdemos la pista, pero cuando nos encontramos por las calles del centro de Saltillo, actualizamos señas particulares, para perdernos por un tiempo otra vez. Supongo que es de esas personas que nunca olvidas, que sonríes cada vez que miras su foto, que lloras (de felicidad) cuando te enteras de que se casa o que se gradúa o que consiguió un excelente puesto y que cada vez que lo encuentras (sin importar la cantidad de años, hijos, matrimonios o divorcios que hallan pasado) recuerdas que estuvieron juntos en el punto de partida, en el incio de la carrera y que ojalá tengas la oportunidad de verlo llegar a la meta.

Otro amigo inseparable fue V, pasamos el cuarto año de primaria juntos todo el tiempo, hacíamos tarea en su casa o en la mía porque yo tenía que explicarle todo, él hacía todo menos poner atención, siempre llegaba tarde a la escuela y con cara de dormido, volteaba a verme y yo, con todos mis diez años, le lanzaba miradas de desaprobación. Cuando llegaba a casa, hablábamos por teléfono durante horas y en mis fiestas siempre quería pasar desapercibido, pero con su particular sonrisa siempre iluminaba todas los rincones.

Era una infancia feliz hasta que un día me contó que se iba con su familia a Estados Unidos y que regresaría en unos años, ese fue el día más triste de toda mi niñez. Años después, cuando vino su hermana, me mandó una foto con marco y todo, él tenía esa sonrisa suya tan particular que se mudo al buró de mi recamara durante muchos años.

Una vez, estando ya en secundaria, llegó por sorpresa a mi casa. No lo reconocí, tenía el pelo largo, aretes y pantalones holgados. El chico que iba con él me dice “Es Víctor, el que estaba contigo en la escuela” (creo que nunca olvidaré esas palabras), volteo a verlo y pone esa sonrisa suya que me hizo reconocerlo enseguida. Salté de felicidad y lo abracé, platicamos un buen rato, "Estoy aquí de vacaciones", quedamos en vernos pronto. Me lo encontré un par de veces después, siempre gustoso de verme, pero hace años que no sé nada.

Cuando se fue, siempre tuve la esperanza de que volvería y que todo serían como antes, jamás suedió. Pero me dejó lindos recuerdos y la certeza de que la amistad pura, tierna y desiteresada realmente existe.

Y así muchas historias de esas: entrañables.

Fui mil veces confidente, cupido, asesora en exámenes, tapadera con maestros y prefectos, hermana mayor regañona y anfitriona para algunos de mis compañeros de secundaria, recuerdo a muchos de ellos: Josúe, Félix, Chiva, Güicho, Daniel, Aarón, Luis, Víctor, Elí, en este grupo también entra Luis Enrique, era uno de los siempreinvitados a las fiestas de mi casa, se reunía con sus amigos frente a mi casa y siempre buscaba la oportunidad de escaparse a platicar conmigo.

Creo que este lugar --la recámara donde pasé la adolescencia-- es ideal para recordar. El silencio de esta casa vacía es el espacio perfecto para que mis recuerdos tan vagabundos ellos, se sienten un rato descansar.

8 Comments:

Anónimo said...

Pienso que para las mujeres es más fácil tener amigos hombres y para los hombres es más fácil tener amigas mujeres. Aunque las complicaciones empiezan cuando un hombre tiene amigos hombres y amigas mujeres con inclinaciones hacia mujeres que les gustan los hombres que les gustan los hombres. Luego, los hombres se juntan con mujeres que se juntan con hombres que tienen amigos que son mujeres pero se disfrazan de otras mujeres. Y así hasta el infinito. (?)

un saludo hasta allá bien lejotes que estás, no manches, te la bañas

cr.

papu a said...

Es fantástico cómo las palabras,tus palabras, pueden evocar tantas cosas, y revelarnos una infancia encantadora con esos pocos trazos de memoria que compartes con nosotros.
Yo, a través de fotos robadas, conversaciones y reuniones familiares o amistosas, paseos por esa casa, por esas calles, por ese pueblo, puedo reconstruir y amar esos recuerdos, del mismo modo que tus palabras, sencillas y amables, nos hacen amar la luz con la que imprimes esa estampa, esa fotografía, sobre nosotros.
((Saludos a mi abue! jiji
y bésuss!!!))

AVE FÉNIX said...

No se por qué pero siempre suele ser más fácil hacer amigos chico para las chicas y al revés. es tranquilizador pensar en cuando eras niño y los amigos de por aquel entonces. algunos se quedan, otros se van yendo... pero no te olvidad nunca de ells.Gracias por compartir tus recuerdos:)

isaac said...

mis recuerdos son huerfanitos =(

Anónimo said...

me gusta mucho leerte...

siempre me haces recordar cosa que

estan en el archivo de la memoria..

cuidate mucho y espero que estes

bien...

estamos en contacto... tal vez

vaya a 4 cienegas... hasta cuando

estarás por allá?

Anónimo said...

Hola chica de hoy, tururú tururú. jajaja. Hace un siglo que no visitaba su blog.
Creo que me uno al club de las chicas que tienen más amigos niños que niñas.
Sólo puedo decir que mis amiguis mujeres son pocas pero suficientes. A veces es bueno seleccionar, ya que hay todo tipo de amigas: tontas, aburridas, superficiales, pero también las hay inteligentes, solidarias, productivas y de las cuales se puede aprender mucho.
Creo que usted cabría en esa clasificación.
Puedo contarla entre la crema y nata de mis amigas?? jajaja.

Saludos... Un abrazo =)

RomáN said...

Ya era justo volver a leer un post lleno de tu talento para escribir amiga! (no se valen esos ayunos desoladores Cyn!).
La magia de tu escritura hace que uno apenas comience a leer el post difícilmente pueda despegar los ojos de la pantalla hasta beberlo de un tirón!
Tus letras son también como una entrañable fotografia que congela el tiempo y nos remite a otros lugares y otros rostros (que están ahí en uno de los desvanes no tan secretos del corazón y la memoria).
Gracias mil por tus recuerdos vagabundos y por tantas imágenes que me hiciste recordar!!
Abraxos jarochos!

Heriberto said...

Me ha gustado mucho tu blog , volveré. Un saludote.