domingo, septiembre 24, 2006

De viejas soledades


“Pero qué es el recuerdo sino el idioma de los sentimientos,
un diccionario de caras y días y perfumes que vuelven
como los verbos y los adjetivos en el discurso,
adelantándose solapados a la cosa en sí, al presente puro,
entristeciéndonos o aleccionándonos.”
Julio Cortázar
24 de septiembre de 2006
Por azares del destino llegaron a mis manos un par de cajas llenas, hasta el tope, de recuerdos...

Resulta que cuando vine a Saltillo (hace cinco años) me traje un montón de cuadernos donde escribía mis cosas (principalmente diarios) y cuando me cambié de casa de mi abuela las dejé ahí, con la firme intención de olvidarme de ellos.

Para mi sorpresa hace un par de días mi mamá tuvo que desalojar la habitación que funcionaba como bodega allá y, como es incapaz de tocar mis cosas, me trajo intactas dos cajas repletas de recuerdos.

Yo no tenía ni el más mínimo interés en abrirlas (suficiente tengo con los fantasmas del presente, pensé), pero hoy mientras hablaba por MSN con mi cuñis (postiza) me puse a recordar como era a su edad (15 años) y, casi sin pensarlo, recurrí esas cajas abandonadas. Lo primero que encontré: un diario de 1999.

Sólo basta leer las primeras hojas para encontrar las palabras clave: soledad, amor, preguntas, sueños, miedo, amistad, olvidar, raro, maravilloso, miradas, desesperación. Encontré cosas tan alentadoras, tan puras. Me encontré una capacidad impresionante para maravillarme con todo, de una hoja paso de la alegría desbordarte a la soledad más desalentadora…

Llevaba una relación extraña con mi diario, a quien llamaba Juliette, Julieta o Julie, solía escribirle “eres mi única amiga”, “gracias por estar conmigo siempre”, como que tenía la idea de que realmente escribía para alguien (ya luego con mis arranques de personalidad múltiple, me di cuenta que me dirigía a mi misma jeje).

Encontré que en julio del 2000 viajé por primera vez sola y conocí el mar. Lo llamo “alfombra azul”…

En septiembre del mismo año, un testamento en el que heredo mis libros, mis diarios, mi ropa y mi dolor…

Decenas de veces, vi escrito un nombre, Israel, mi noviecito de esa época. Ha pasado muchísimo tiempo de aquello, pero debo confesar que le tengo un cariño especial, no sólo por el tiempo que compartimos (que fueron como cuatro años), sino porque siempre pensé que teníamos una conexión extraña. Todavía hace poco tuve sueños donde algo malo le pasaba y cuando despertaba a como diera lugar lo localizaba. Siempre resultaba que en la vida real le sucedía algo muy parecido a mi sueño…

Encontré los “poemas” de mi adolescencia, bastante cursis y graciosos, y muchísimas cartas que nunca envié y algunas que sí se me mandaron a mi…

Después de nadar entre los recuerdos he decidido, como toda una Cronopia, dejarlos libres, que anden saltarines por los paredes de mi cuarto, total ahora me resultan inofensivos.

P.d. Ya está listo el blog de LaRuleta,
no olviden visitarlo: http://www.laruletauniversitaria.blogspot.com/

7 Comments:

ramiro.ar said...

muy lindo... voy a pasar seguido.

High Power Rocketry said...
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Anónimo said...

Yo empecé un diario a la edad tardía de 17 (casi tirándole a los 18) y lo abandoné a los 18 (casi tirándole a los 18), pero en él tengo algunas magníficas estampas de personas no tan magníficas.
Reencontrarse con uno mismo, proceso arduo y difícil. Y sí, sabes andar por la vida como la hoja que anda por el viento (y no la que es llevada)

Anónimo said...

jajaja asi es como toda una cronopia, me gusto mucho tu texto cyn!!!
sigue viva nuestra amistad,no quisiera que quedara en recuerdo..

gracias mariposa

OnceavoConejo said...

oiga

no se q le esta pasando

pero esta escribiendo muy chido

creo que esos aires jalapeños (o xalapeños?) le hacen mucho bien

isaac said...

algunas cosas nunca cambian...

espero que estés bien

salutos

RomáN said...

tal vez la libertad de esos recuerdos yacen en otras alas...