lunes, septiembre 04, 2006

Espectros de mi infancia



El máximo problema del hombre no
es la pesadumbre de la existencia,
sino la amargura de fluir. Si pudiera
asirse al minuto, si lograra consolidar cada
instante, dejaría de estar angustiado.
Pero, entonces, dejaría de ser hombre
Ángel María Garibay K.
4 de septiembre de 2006

“Infierno de todos”, el primer libro de Sergio Pitol, es una colección de cuentos construidos a partir algunos de sus recuerdos infantiles, cito: “Había logrado a través de esos cuentos desprenderme de algunos incómodos espectros. Podrían no ser los del presente, pero sí aquellos con los que conviví en la infancia”.

Este libro me ha ocupado durante ya varias noches, no sé por qué no he podido terminarlo, creo que me causa demasiada inquietud. Me remite a mi propia infancia, llena también de “espectros”, a mi obsesión por reconstruir, desde muchas perspectivas, la historia de mi pueblo y mi propia historia ahí. Por eso no es extraño encontrar en mis textos algunos temas recurrentes: mi abuela, el panteón (y por consiguiente la muerte), el ferrocarril, mi abuelo, el maíz; esos fantasmas son una especie de punto de partida, fueron mi primer contacto con la realidad (los papás no cuentan, ellos eran algo etéreo), lo primero y lo que mejor recuerdo…
Hay ciertos instantes que tengo muy clavados en la mente, de los que recuerdo detalle a detalle, olores, sensaciones, colores: como el entierro del papá de un maestro muy conocido (que duró algunos días perdido en “el monte”); el día en que el tren se llevó la camioneta de una enfermera amiga de mi mamá (con ella dentro); los movimientos y sonidos de mi abuelo al manejar la carreta jalada por su caballo… y la expresión de su cara el día de su entierro; el juego de las escondidillas entre los maizales (cuando las tierras todavía se trabajaban)… Y así podría mencionar muchos, todas referentes a esos tópicos. Las personas que me conocen bien, lo saben, pues en mis pláticas siempre, invariablemente, recurro a ellos…
(Un dato curioso: casi todo lo que recuerdo ocurrió antes de 1998, año en que murió mi abuelo)
Y entre más pienso, más segura estoy de que mis ansias actuales de escribir, básicamente, tiene que ver con mi necesidad de eliminar esos espectros. Y aquí una muestra:
Para los que no saben, le tengo una especie de pánico al ferrocarril: odio que mi papá “le juegue carreritas”, no puedo permanecer a menos de cinco metros del tren cuando está en movimiento y me pone sumamente nerviosa ese ruidito en las vías después o antes de su paso, sin embargo, estoy trabajando en un proyecto de “Crónicas del ferrocarril”, con eso les digo todo…
Por otro lado, hace algunos años escribí un mini cuento para mi taller de Redacción, que no tiene otro origen que el de ese señor que una tarde salió a caminar y se perdió, su familia lo buscó por días hasta que lo encontró muerto. Esa historia me obsesiona porque ha generado muchas “leyendas” que cuando niña me horrorizaban.
Y aunque este es otro asunto, recuerdo que en ese entonces (cuando lo escribí) la historia surgía como respuesta a mi necesidad de traspasar ciertos limites -porque ese hombre mientras caminaba había traspasado la frontera de la vida y la muerte (casi del mismo modo en que Quetzalcóatl traspasó la frontera del tiempo y para volverse inmortal)- pero también a mi deseo de huir, no sé de qué ni por qué, sólo huir… en fin, ese texto aunque no lo parezca dice mucho de mí…
Y todo esto viene al caso, porque esta noche estoy sorprendida, me sorprende que a veces las respuestas están donde uno menos se lo imagina. Hoy fue Pitol con su “Infierno de todos” quien me ha hecho recordar, abrir baúles y llegar a una conclusión: es hora de deshacerme de mis propios espectros.
Por lo pronto aquí les dejo el texto del que les hablé (algunos ya lo con conocen) debes ser más o menos del 2003, es una muestra de mi primer intento de exorcismo. Ojalá les guste.
Fronteras
Llevaba días caminando con la mirada fija en ningún lado. Ya no sentía los pies amoratados ni la sangre que escurría de su herida. Caminó tanto que atravesó la frontera de la realidad, de la vida y de la muerte... y siguió caminando. Caminó, caminó tanto que ya no pudo regresar.

6 Comments:

Anónimo said...

Moncada..
No puedo justificarme, estoy apenas leyendo tu blog, me he perdido de mucho... de ti y de ti en Xalapa, si algo pasa acà es q derepente las ausencias duelen, pero da gusto q donde usted anda este bien, apenas estoy emepzando a leer otra vez.. como puedes leer... un abrazo, no la olvido, la tengo presente siempre.. y le deseo lo mejor, estare por aqui màs seguido para leerla... cuidese y la quiero muchoo!
ate. Violeta

Anónimo said...

¿Y quién es ese tal Pito? Jaja no se crea Cyntia, error de dedo jijijijij... Ese cuento me gusta mucho, se publicó en el libro de Aurora Nocturna, verdá? Sólo que ahora lo entiendo, ya mejor, conociendo el contexto, yupi... Oye, qué nunca vamos a poder platicar?? Siempre te estás yendo, te voy a cortar las alas, mariposa... No, eso nunca... Bueno, pues saludos y gracias por firmar mi flog, guapa. Nos vemos. Cuídate mucho.

Anónimo said...

Te leo a ti leyendo a Tabucchi, y leyendo las frases que vos subrayaste: "¿no cree que es eso precisamente lo que la literatura debe hacer, provocar desasosiego?" y "es muy hermoso vivir entre símbolos".

Me parece, y me parece no equivocarme, que la exorcización de espectros no empezó con Pitol, empezó con el "Réquiem" de Tabucchi que tan animosamente me platicó una vez, y que no merecía menos ánimos que los que usted le imprimió. Tabucchi recorre muertos, recuerdos y cafés en busca de respuestas, algunas inconclusas, otras bellas y otras inesperadas (como el Pintor Copista del Bosco o El Vendedor de Historias que cuenta una historia... ¿pero cuál? ¿la del lector?).

Así que ahora estás más tabucchizada que nunca y creo que debes aprovecharlo, porque tu estilo de narración vaporai. A lo mejor eso de "Moncada" tenga raíces italianas... Io sonno Cyntia Moncada!

Y te dejo con otra buena cita del mismo autor: "Siempre nos hace falta una historia, aunque parezca que no."

cr. cr. cr.

Anónimo said...

¿Por qué deshacerse de recuerdos? ¿Acaso ellos no son una motivación para algo? De alguna forma todos son parte de lo que llevamos, somos con ellos y los arrastramos adónde vayamos. Tal cosa te ha sucedido a ti. No hace falta liberarlos, porque no se puede: son indelebles. Habrá cosas, situaciones y momentos que los hagan venir, y hacerlos presentes para provocar escalofríos.

Me gusta mucho leerte, y la forma en como haces que toque, huela, sienta, etc. A veces todos necesitamos un cambio para potenciar algunos aspectos que queremos de nosotros mimos. Y a ti ha asentado bien. Pero más vale que regreses.

Anónimo said...

Pues qué puedo decir después de haber leído tan extraordinario texto. Me uno a los ya fanáticos de tus letras y ¿por qué no? a tus espectros más viles de tu infancia y de aquellos que vienen en camino...

cuidate y estamos leyéndonos...

isaac said...

santísima madre de mis emociones!!!

me quitas el habla tan fácilmente... me haces volar con tanta simpleza, que me podría llegar a asustar...

santísima madre de mis ataques de pánico!!!